La Sacerdotisa
De: Maniobras a la Luz de un Tubo de Neón.
Relatos Mixtos
Relatos Mixtos
Las gruesas columnas de mármol sostenían el techo del templo, que en medio de la noche y con sus teas encendidas, parecía estar suspendido en el aire, pese a su majestuosidad grandiosa.
La multitud efervescía allá, mas abajo, llenando la planicie en una masa compacta que no cesaba de murmurar; mientras, contemplaban un cielo sin estrellas, con un leve tono rojizo que presagiaba un acontecimiento singular.
La multitud efervescía allá, mas abajo, llenando la planicie en una masa compacta que no cesaba de murmurar; mientras, contemplaban un cielo sin estrellas, con un leve tono rojizo que presagiaba un acontecimiento singular.
Sonaron las trompetas de los ujieres y el tumulto calló de repente.
En medio del mortal silencio, una mujer salió de entre las columnas de la terraza superior. Su infinita belleza y su túnica, alba como su piel, no dejaron espacio a la duda.
Era Élla.
Se dirigió a la muchedumbre levantando un brazo, en tanto que todos —sin que faltase uno— se arrodillaron reverentes.
Comenzó a hablar con evidente consternación en su lenguaje milenario, casi musical, que parecía quedarse corto para tratar de explicar la fatalidad de un destino implacable. Al hacerlo, lágrimas corrían por sus mejillas de diosa y la multitud, atónita pero serena, la contemplaba con un silencio aún mayor.
Sintieron el primer temblor como un animal enfurecido que se desperezara bajo la tierra.
Con el alma en un hilo, pudo contar las causas de la terrible desgracia que borraría su reino de la faz del universo.
Un chasquido resonó por los rincones del firmamento y se vino abajo el monumento del Rey Sabio, su padre. Ya la resonancia insoportable del final no tendría pausa.
Aún así, cuando el templo comenzó a agrietarse, todos pudieron oír la despedida más digna de la historia humana, sus últimas palabras en mitad del cataclismo:
Hanna vihrsis, Athlantes...
Calabozo, Venezuela, 1980
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