Sunday, August 13, 2006

Hidra

De: Crónicas de Arlequín.
Vivencias

Soñaba...

En mis sueños, una hidra de diez cabezas —un animal sacado de quién sabe qué asociación freudiana— se comía a sí misma. Al mismo tiempo, mordía a un perro, a una guacamaya y a un cardenal que no soltó jamás la rosa roja que aferraba con su pata izquierda.

La hidra se retorcía de dolor, derribando una inmensa balanza de piedra.

El lugar: un polígono espantoso, cerrado, construido de triángulos de acero que calzaban entre sí, perfectamente. Dentro de él, una muchedumbre que observaba el espectáculo, apostando a ganador, gritando y abucheando con cada movimiento.

Me sentí perdido en ese pandemonio, en ese tumulto que tomó proporciones de bacanal cuando los fanáticos, que habían alzado pancartas gritando consignas incomprensibles, comenzaron a luchar entre ellos, sedientos de más y más sangre.

Fue cuando llegó el lagarto volador, con insignias brillantes colgando de su pecho camuflado. Percatándome del peligro corrí hasta la salida mientras el lagarto y la hidra, ya enfrascados en una lucha a muerte, cayeron sobre el gentío, destrozando o hiriendo a casi todos los presentes.

—Pero Usted no puede salir— me dijo un sujeto gris, —para hacerlo tiene que llenar una forma y se nos acabaron...—

Creo que el terror me despertó; a Dios gracias... Sólo un mal sueño... Estaba sudoroso y cansado. Ciertamente, había amanecido. Viendo si lograba algo de tranquilidad, busqué a tientas el control remoto del televisor, que se encendió con su chispazo azulado tan indiferente. De la nada voces conocidas llegaron antes que la imagen, discutiendo acaloradamente.

—Mmmm. Debate electoral...— pensé.

En ese momento pude intuir que mi pesadilla era mas real de lo que imaginaba.


Barquisimeto, Venezuela, 1982.
Nota: Diez años después de haber escrito esto, y ya trabajando como analista de comunicación política, tendría lugar el principio del fin de una época en lo que una vez llamé mi país, con una cadena de golpes de estado frustrados y una insurrección popular, que según cifras conservadoras, cobró la vida de más de 8.000 personas en conjunto. Estos sucesos estarían justificados por las penurias causadas al pueblo y en particular, a la clase media y la clase obrera gremializada, por la corrupción, desidia y desmanes de los gobernantes de la Nación soportados por una Administración Pública paternalista, hipertrofiada e insólitamente ineficaz. Sin embargo, y según estudios confiables -a los que no sólo tuve acceso, sino en los que participé activamente- la tasa de alfabetismo rondaba el 95% -casi que limitada por el analfabetismo funcional- y la prosecusión escolar en educación primaria a secundaria el 86%. Empezaba a notarse un aumento preocupante del sector informal de la economía y la percepción del ciudadano situaba como principal problema la inseguridad y el aumento de la delincuencia.
Diez años más tarde, y como subproducto de aquellos sucesos; los fallos de perspectiva de los grupos de presión mediática que produjeron, sin parar, matrices de opinión contradictorias, hasta llegar a extremos a veces estúpidamente paradójicos; y los errores sucesivos y descorazonadoramente predecibles de la oposición, los partidos políticos, tanto los de izquierda como los erróneamente llamados de derechas, estarían atomizados y con una capacidad casi nula de reagrupación y mucho menos de revitalización de sus cuadros; las personas -incluso dentro de la misma familia- divididas en dos bandos por ahora irreconciliables, suceso sin precedentes en la historia contemporánea de Venezuela; y una clase media prácticamente desaparecida en un insondable abismo simplificatorio: quienes tienen y quienes no; con un gobierno signado por lo que me sigue pareciendo, desde mi humilde punto de vista, no el principio de otra época, sino y todavía, un largo final para la misma: la era donde el Padre Urano se come a sus hijos. Ahora, y según cifras obviamente no oficiales,la tasa de alfabetismo ronda el 73% y la prosecusión escolar ha caído brutalmente hasta el 72%. El sector informal de la economía se ha vuelto un grupo de presión opinático y la inseguridad y el aumento de la delincuencia siguen ocupando la primera preocupación ciudadana, matizada por el aumento de la mortalidad en hechos violentos con base en acontecimientos delictivos, en un balance inquietantemente parecido a una guerra civil: más de 10.000 personas han muerto en éstos en los últimos 5 años (base 2005).
Salí de allí buscando una nueva vida a España, específicamente a Catalunya, que me ha acogido de tal manera que ahora es mi hogar y poco a poco se convierte en mi nuevo país. Sin embargo, salir de Venezuela no fue fácil: luego de muchos intentos y gracias a los contactos logrados en 20 años de trabajo en política, conocimiento de la Administración Pública y alguna que otra vuelta de tuerca invocando Leyes, pude lograr la renovación de un pasaporte que ya tenía 23 años vencido, pues al intentar solicitar la primera vez la renovación, la respuesta fue aterradoramente parecida a la frase central de esta historia, escrita 21 años antes, cuando era inconcebible un desenlace tal: para salir necesita un pasaporte nuevo, y... se nos han acabado...

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